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¡Hay que escuchar a las putas!

“Ok, mucho gusto. Yo me llamo Natalia Lane. Soy una mujer trans que vive y transicionó aquí en la Ciudad de México. Tengo treinta años. Soy coordinadora de una colectiva llamada Centro de Apoyo a las Identidades Trans. También soy asambleísta consultiva en la COPRED y orgullosamente trabajadora sexual aquí en México”.

“Okay. ¿Cuál es tu pasatiempo favorito?”

“Ay… ¡puedo decirlo, pero no sé si se puede decir al aire!”

“Mi pasatiempo favorito… me gusta mucho mi chamba”. 

Tuve la increíble oportunidad de conocer y entrevistar a Natalia Lane para esta edición de Frida Voices. Me enorgullece tanto que haya personas como Natalia dentro de la comunidad LGBTQ y que todos los días esté cambiando el mundo con su simple existencia. A partir de sus palabras, hay que entender que los derechos laborales son importantes para todes.

Sobre el trabajo sexual…y lo que no es

“Lo primero que hay que entender es que el bonito arte de la putería no es lo mismo que trata de personas. El trabajo sexual es cuando una persona mayor de edad decide ofrecer un acompañamiento erótico, sexual o afectivo a otra persona mayor de edad. Hay un intercambio económico o en especie que lo acuerdan entre personas. La explotación sexual es cuando obligan a una persona a sostener relaciones sexuales y una tercera persona tiene un beneficio económico de ello. Y no, aquí la verdad es que, el trabajo sexual ha sido una de las actividades que nos ha ayudado a las mujeres trans a sobrevivir históricamente…claro que tiene sus dificultades, sus problemas, pero sí son cosas distintas”.

“Otro mito es que todos los clientes son viejos horrorosos, feos y depravados. Se los juro que me he comido unos hombres, ay, riquísimos. ¿Y niños bien, eh? Yo creo que hasta son compañeros de ustedes. Unos de La Salle, de la IBERO y vergudos y pitones como el resto jaja. ¡Hay de todo!”.

Sobre la putofobia...

“Para mí la putofobia es ese prejuicio que se tiene hacia las personas que ejercemos el trabajo sexual, esa idea que les trabajadores sexuales no tenemos capacidad de agencia y somos las eternas víctimas que necesitan ser salvadas. La verdad es que el trabajo sexual me ha salvado en más de una forma. Me ha salvado de la precariedad y me he descubierto como mujer trans que puede ser deseada. Yo crecí en un mundo en el que se pensaba que las mujeres con pene no existíamos. Con el trabajo sexual me he dado cuenta de que también soy sensual”.

“Ahora, yo no estoy segura si el trabajo sexual me ha empoderado. Creo que la situación de violencia que vivimos en general–pero particularmente las mujeres trans–es muy fuerte. De acuerdo con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las morras trans somos tenemos una expectativa de vida corta en América Latina. En promedio, las mujeres trans trabajadoras sexuales vivimos 35 años”. 

“Aún así, yo le diría a todas esas morritas que estén leyendo esto que piensan que la radicalidad está en negarle la identidad a una mujer trans o a las trabajadoras sexuales: créanme que toda la vida nos lo han dicho. Ahí no hay ningún punto de disrupción. Siguen repitiendo las mismas violencias que se han generado hacia nosotras”. 

“Me da mucha risa que estas feministas blancas–desde su escritorio–¡hablen de las experiencias de las putas! ¡de las negras y racializadas, de las morras trans que todos los días ponemos nuestra cuerpa en la calle! Y que me digan que lo que yo hago no es trabajo. Yo con lo que hago, he podido sostenerme a mi misma y a otras hermanas, cosa que casi nadie menciona cuando hablamos del trabajo sexual”.

“Las putas también colectivizamos nuestros saberes. Cuando una compañera es agredida, estamos con ella en el hospital. Cuando es cumpleaños de nuestra hermana, celebramos todas juntas, compramos su pastel y nos ponemos pedas en la calle, como cualquier otra familia. Pero en ese privilegio de clase, las feministas blancas piensan que la realidad de todas las mujeres es igual mientras que seguimos siendo asesinadas y criminalizadas en el espacio público. En serio hay que ver que no hay una sola forma de ser mujer. Es importante generar procesos políticos y colectivos, pero antes hay que escuchar a las putas. Hay que entender a nuestra compañera que está compartiendo un momento histórico con nosotras, y nosoTRANS”.

Sobre su activismo…

“El Centro de Apoyo a Identidades Trans es una organización de base comunitaria que brinda acompañamiento sobre todo a mujeres trans en contextos muy precarios. Llevamos años trabajando casos en tres áreas: salud, seguridad y acceso a la justicia. Vinculamos a las compañeras con servicios de salud donde no sean discriminadas, como los servicios médicos–y brindamos asesoría legal”. 

“Lo mejor de CAIT ha sido una iniciativa que empezó en abril del año pasado durante la pandemia. El gobierno de la Ciudad de México decidió cerrar todos los establecimientos esenciales–incluyendo los hoteles y las casas de huéspedes. Como muchas compañeras vivían en esas habitaciones, de la noche a la mañana se quedaron en la calle. Obviamente la gente no les alquila a las personas trans y a las trabajadoras sexuales y entonces las compañeras se quedaron en la calle, sin nada”.

“A partir de eso nos organizamos tres colectivas: Alianza Mexicana de Trabajadoras Sexuales, las compañeras del CAIT y el proyecto de Condomovil AC e hicimos esta iniciativa que se llama “Haciendo Calle”. A través del trabajo comunitario, empezamos a generar: entregas de despensas, apoyos económicos, productos de higiene personal, ropa, zapatos, etc. Algo muy bonito es que pudimos ayudar no sólo a mujeres trans sino también a mujeres cisgénero, que son trabajadoras sexuales, de la tercera edad, que son migrantes, que tienen hijos, que tienen VIH. Justo ahí te das cuenta de que todas juntas podemos cambiar el mundo”.

Sobre ser una mujer trans…

“Yo creo que lo que más amo de ser una mujer trans es que tuve la absoluta valentía de poder construirme como se me dio la gana. Yo siempre digo que las personas trans, cuando transicionamos, hacemos un profundo acto de amor propio. Necesitaba que Natalia estuviera en este mundo, a pesar de que la gente siga pensando que no somos mujeres y a pesar de que tengamos una expectativa de vida de 35 años. Contra todo diagnóstico, nosotras seguimos resistiendo y siendo felices”.  

“Como dirían nuestras hermanas de la Red Comunitaria Trans en Colombia: ‘Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera’”.

Le agradezco infinitamente a Natalia por su tiempo y sus palabras. Les invito a seguir las redes sociales del CAIT y a que se tomen el tiempo de escuchar a nuestras hermanas trans trabajadoras sexuales. 

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